Carlos Ramírez Ulloa. Pintura en poder de la familia Ramírez León.
La pelota nacional es un juego deportivo para hombres fuertes. A primera vista es una actividad tosca, pero que iniciado el juego se torna elegante y atractivo. No basta la fuerza para el juego, es necesario tino, agilidad y “picardía” para poder manejar, con soltura, los implementos.
Nuestro juego,
desgraciadamente, desaparecerá con el paso del tiempo, si no se toman las
medidas correctivas oportunamente. Los cultores de este hermoso deporte,
disminuyen, y, la juventud, novelera, aprende juegos exóticos y simples.
En Mira, El Ángel,
Tulcán, Bolívar, San Gabriel, de alguna manera se sigue jugando a la pelota de
guante, así como en Ibarra, San Antonio, Pimampiro, Chalguayaco, no decae por
completo el interés, pero, en cambio, se ha generalizado, en todo el país, una modalidad llamada “pelota de tabla o de
viento”, y que jocosamente, en el Carchi, el pueblo le bautizó como “pelota de
bámbaros”. Bámbaro, es una palabra regional utilizada para calificar a un
hombre débil o afeminado.
Se juega con las
mismas reglas, pero hay diferencias muy importantes; se utiliza una tabla a
manera de raqueta con “pupos” de caucho que aproximadamente pesa unas cinco
libras y la pelota es de caucho vaciado y que no pasa de las cuatro onzas de
peso en comparación a la pelota de caucho macizo de 1 kilo y media a 2 kilos y
un guante de 9 o 10 kilos.
CARLOS RAMÍREZ ULLOA, UN CAMPEÓN
Carlos Manuel Ramírez Ulloa, nació en Mira el 16 de abril de 1881 y falleció en Atuntaqui el 31 de octubre de 1963. Fue hijo de Manuel Ramírez Cisneros y Rosa Ulloa Núñez.
En Mira recuerdan
con mucho orgullo el equipo de formado por Carlos Ramírez, Genaro Mosquera,
Alcibíades Urresta, Segundo Eloy Robbi Mafla, Luis Castillo, que se
convirtieron en el terror de la región por su poderío.
“Corría el año
1909, y en el mes de marzo, el 23, se presenta un juego de pelota nacional. Los
iniciadores a la afición local con la presentación de una selección norteña; el
quinteto de Mira, actuando de sacador, el famoso Carlos Ramírez”, dice una
información en el diario El Comercio de 1 enero de 1931 con el título “El
deporte quiteño y El Comercio en 25 años”.
En las Memorias
del Centenario de la Batalla del Pichincha, Isaac J. Barrera,
manifiesta, refiriéndose al juego de pelota: “Más de cinco mil espectadores que
cruzaban considerables apuestas, se amontonaron alrededor de la cancha, y los
nombres de los mejores jugadores circulaban de boca en boca, contando de ellos
habilidades y hazañas y prediciendo la ganancia. Esos nombres eran los de
Ramírez, un carchense, alto, fornido y de músculos de atleta”.
El 24 de mayo de
1930, el equipo del Carchi, participa en un nuevo campeonato y “El Comercio”,
informa que: “… en pelota de caucho la afición local asistió, aterrada, a la
caída del quinteto de Pifo, en manos del FENÓMENO RAMIREZ, sacador del Carchi,
el invicto de Pichincha sucumbió heroicamente, haciendo honor a los blasones
que lucían sus hombres. La afición local exteriorizó su admiración por el nuevo
elemento del deporte nacional, llamándole fenómeno y colmándolo de atenciones y
galanterías que el carchense agradeció en comunicación publicada por el diario
El Comercio del 30 de mayo”.
Los mireños son
orgullosos de haber tenido un deportista de esta categoría y aquellos que lo
conocieron relatan, infinidad de acontecimientos. Los contemporáneos de él, me dijeron: “Era tan hábil
que cuando cambiaban de cancha, les señalaba el sitio en el que les iba a poner
la pelota y así sucedía”.
Es muy común en
este deporte que los sacadores decidan “medir su brazo”, manteniendo la bola en
un ir y venir entre el sacador y el volvedor, pero “a Ramírez le aguantaban
tres o cuatro golpes a lo mucho, porque el siguiente era un envión que sobrepasaba
al contendor. No era necesario medir fuerza con Carlos Ramírez; era el mejor y
le faltaba cancha”.
Fuera de los
jugadores, hay personajes que hacen otro trabajo importante, lo que hoy se dan
en llamar “guerra de nervios”, y los mireños, por alguna ocurrencia, que les
contaremos en otra oportunidad, se ganaron el calificativo de brujos, y se
valían, precisamente de esto para armar un espectáculo extra juego. Los polvos
mágicos y las palabras de conjuro, no faltaron entre los asistentes. Se
recuerda, por sus ocurrencias, jovialidad y chiste fino a don Juan “Chipico”
Mafla.
La pelota nacional
tiene su lenguaje propio; se habla de tranca o tranquilla, de chazas, de
topadas, de bote y botero, de saque y sacador, de volvedor y media torna, de
bola de a buenas o de a malas. De juegos, mesas y cotos. Los empates; en 15, 30
y 40 puntos, se cuentan, curiosamente, diciendo: una diez, a dos treinta, a dos
cuarenta. El coto es el triunfo definitivo que se produce cuando un equipo gana
dos mesas seguidas o cuando hubo un empate se logra el coto cuando se ganan dos
mesas alternadas.
La pregunta final:
¿El tiempo y la novelería le ganarán el coto al deporte nacional?
FUENTE: Bayardo
Ulloa, Mira; apuntes del pasado II.
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