miércoles, 29 de octubre de 2008

MIRA: APUNTES DEL PASADO


Cada 18 de agosto se celebra la Cantonización de Mira en la Provincia del Carchi. Y coincidencialmente se presentó un libro titulado; Mira, apuntes del pasado del historiador Bayardo Ulloa Enríquez.

Es una publicación de 210 páginas, de la Editorial Pedagógica Freire. En 25 capítulos, cuenta la historia de su lugar natal pero a manera de apuntes, y lanza un reto a sus coterráneos, indicando que sus apuntes servirán para que los estudiosos se empeñen en reconstruir la verdadera historia de Mira.

El libro tiene una extensa bibliografía, 224 referencias, en su mayoría fuentes primarias buscadas, pacientemente, entre los papeles de los archivos. Transcribe muchos documentos antiguos en lenguaje original lo que demuestra el gran esfuerzo realizado para recopilar la historia de este sector de la patria.

Llama mucho la atención capítulos como la formación del pueblo; la presencia de los geodésicos franceses y españoles en el observatorio de Mira, como último punto septentrional de la medición de un grado de meridiano en 1744; la constitución de las haciendas y la instalación de fábricas y trapiches. Presenta una extensa información sobre la esclavitud en la cuenca del río Mira, y, muchos datos de las parroquias de Jijón y Caamaño, Juan Montalvo y La Concepción que pertenecen a esta sección Cantonal.

El autor, Bayardo Ulloa, es un catedrático universitario. En la actualidad se desempeña como profesor de la Escuela Superior Politécnica del Chimborazo, es miembro de la Casa de la Cultura Ecuatoriana; fue director del Archivo Histórico “Juan Félix Proaño” de Riobamba, en donde reside desde 1980. Ha participado en congresos de historia y ha publicado varias ponencias. Además del gusto por la historia, en narrativa ha publicado las novelas: “Soltar los Pasos” y “Los Cascarilleros; una historia novelada”

sábado, 25 de octubre de 2008

MIRA; APUNTES DEL PASADO



PORTADA DEL LIBRO: MIRA; APUNTES DEL PASADO.
AUTOR: BAYARDO ULLOA ENRIQUEZ 

Cada 18 de agosto se celebra la Cantonización de Mira en la Provincia del Carchi. Y coincidencialmente se presentó un libro titulado; Mira, apuntes del pasado del historiador Bayardo Ulloa Enríquez.
Es una publicación de 210 páginas, de la Editorial Pedagógica Freire. En 25 capítulos, cuenta la historia de su lugar natal pero a manera de apuntes, y lanza un reto a sus coterráneos, indicando que sus apuntes servirán para que los estudiosos se empeñen en reconstruir la verdadera historia de Mira.
El libro tiene una extensa bibliografía, 224 referencias, en su mayoría fuentes primarias buscadas, pacientemente, entre los papeles de los archivos. Transcribe muchos documentos antiguos en lenguaje original lo que demuestra el gran esfuerzo realizado para recopilar la historia de este sector de la patria.

Llama mucho la atención capítulos como la formación del pueblo; la presencia de los geodésicos franceses y españoles en el observatorio de Mira, como último punto septentrional de la medición de un grado de meridiano en 1744; la constitución de las haciendas y la instalación de fábricas y trapiches. Presenta una extensa información sobre la esclavitud en la cuenca del río Mira, y, muchos datos de las parroquias de Jijón y Caamaño, Juan Montalvo y La Concepción que pertenecen a esta sección Cantonal.

El autor, Bayardo Ulloa, es un catedrático universitario. En la actualidad se desempeña como profesor de la Escuela Superior Politécnica del Chimborazo, es miembro de la Casa de la Cultura Ecuatoriana; fue director del Archivo Histórico “Juan Félix Proaño” de Riobamba, en donde reside desde 1980. Ha participado en congresos de historia y ha publicado varias ponencias. Además del gusto por la historia, en narrativa ha publicado las novelas: “Soltar los Pasos” y “Los Cascarilleros; una historia novelada”

COMENTARIO SOBRE SOLTAR LOS PASOS

SOLTAR LOS PASOS (NOVELA)
Bayardo Ulloa Enríquez
Mira, 1953
Con la frase “no termino de irme porque aquí encontré todo”, Bayardo Ulloa resume su afecto, hacia Riobamba, ciudad a la que siente suya tras 24 años de residir en ella. Sus documentados diálogos sobre poblaciones como Penipe, Chambo, Guamote, Alausí... frecuentemente llevan a sus interlocutores a indagar las razones por las que un carchense se habrá interesado a tal punto en el conocimiento de la historia de Chimborazo.
Bayardo Ulloa realizó su primaria y secundaria en el Colegio Alfonso Herrera de El Ángel, provincia del Carchi. Obtuvo el título de Ingeniero Agrónomo en la Universidad Central, realizó una Maestría en Administración Educativa en la Universidad de Loja y complementó su formación con cursos en España. Su formación en un área especialmente técnica, a la que corresponden trabajos sobre Organización Campesina e Interpretación Ambiental, no ha obstado para su incursión en las Ciencias Sociales con especial dedicación a la investigación histórica. Sus búsquedas se han orientado al estudio de los cacicazgos, mitas, obrajes, costumbres y otros temas sobre los que ha compuesto artículos basándose, en gran medida, en fuentes paleográficas del Archivo Juan Félix Proaño. Al referirse a su producción literaria evoca algunos centenares de poesías inéditas y dispersas que, tras una lectura crítica, el tiempo revela como impublicables así como algunos relatos que alcanzaron la publicación en revistas como Sacapuntas. Su novela Soltar los pasos, escrita en 1982 y publicada 21 años después, se desarrolla entre 1584 y 1981 en un pueblo de Carchi cuyas vivencias y cultura son presentadas considerando fenómenos como la migración, las presiones políticas y la pobreza. Actualmente, informa, prepara una novela ambientada en Riobamba en la que se propone develar aspectos poco conocidos de la historia local, tal el caso del papel que la ciudad cumplía en tiempos del auge de la explotación de la cascarilla sin obviar las vinculaciones políticas y sociales de este asunto.

Obra Principal (Editada por su autor)
Soltar los pasos, novela, Riobamba, Editorial Pedagógica Freire (Impresión), 2003

Soltar los pasos, sinopsis

Esta novela está compuesta por 29 capítulos con un título asignado a cada uno de ellos. Sus páginas presentan las vivencias de Mira, pueblo del Carchi cuyas pobrezas, necesidades y problemas de tierras movilizan a sus habitantes en torno a algún agitador o llevan a los políticos a ver al pueblo como un filón acaso aprovechable para la satisfacción de sus intereses particulares. Una de las historias que se cuentan alude a la presencia de un duende cuyas travesuras producen malestar en algunos habitantes del pueblo, tal el caso de la señorita Clarisa que, trastornada, es visitada por un sacerdote que no sabe qué hacer en su auxilio y un boticario que rechaza la posibilidad de que esté “enduendada”.
Don Daniel Lara y doña Lucrecia forman una pareja cuyos hijos, casi en su totalidad, sufren prematuras muertes, situación que, ante cada nuevo nacimiento, lleva a don Daniel a pensar si debe conseguir padrinos para el bautizo o cura para el entierro. Sobreponiéndose a sus limitaciones económicas consigue trasladar a los sobrevivientes a Ibarra para que puedan acceder a la secundaria.
Otra de las historias nos presenta a Carlos, el carpintero del pueblo quien, pese a ser el único en su especialidad, apenas halla trabajo hasta que decide dedicarse a construir ataúdes para que los finados del pueblo no sigan siendo botados en huecos envueltos en humildes esteras. Pese a que algunos moradores llegan a encargar sus ataúdes en vida esta ocupación apenas le permite sobrevivir. Cuando los años han consumido sus fuerzas y se ve impedido de trabajar no le queda más que ir vendiendo sus herramientas y esperar el día de su muerte.
Don Daniel alegra los ratos libres asistiendo a las peleas de gallos y libando ocasionales puntas. Años después el deceso de su mujer lo sume en un penoso estado de soledad, abandono y desesperanza. Su hijo menor ha desaparecido sin que de él se vuelva a saber cosa alguna. Aparicio y Ambrosio, a quienes suponía en Quito, han dejado los estudios. Daniel va en su búsqueda pero no los encuentra. Tiempo después ellos regresan a Mira. Su padre los recibe y los atiende pero les informa de su decisión de retirarse del lugar con el deseo de que algún día los encuentre hombres de bien ya que no cumplieron con su anhelo de verlos profesionales. En su extrañamiento Daniel vive una temporada de vida dispendiosa. Llega un momento en que conoce en Santo Domingo a Gavidia, joven lojana que acepta unirse a Daniel. De este compromiso nace Danielito. Su llegada da nuevos bríos a su padre pero éste, lejos de su natal Mira, se siente agobiado por la nostalgia; las noticias sobre Carchi, publicadas semanalmente por un diario capitalino, no se refieren a cosa alguna que sea de su inmediato interés, tal parece que Mira no existiera. Los habitantes del pueblo, mientras tanto, no han dejado de abandonar el lugar o la vida misma.
Daniel, junto a su nueva familia, se ha instalado en Guayaquil. Gracias a su trabajo deja de ser un pobre “bota mierda” y se convierte en un próspero comerciante. Gavidia también ha cambiado: ya no es una campesina lojana, es una “señora” y ha dado a Daniel una nueva criatura: Rosa Mercedes. Un día, inesperadamente, Daniel recibe una carta de Mira enviada por el cura del lugar. Por ella se entera de que sus hijos se han convertido en hombres trabajadores y han formado sus propias familias. Decide ir a visitarlos. Danielito y Rosa se muestran ansiosos por conocer “el país” de su padre.
Daniel quisiera establecerse en su tierra. A Gavidia no le agrada la idea y, aunque también comienza a sentir nostalgia por su natal Alamor, tampoco cree que convenga regresar a Loja como no sea por una corta temporada vacacional. En medio de estas cavilaciones emprenden el viaje hacia Mira. Cuando todo parece ir de lo mejor el tren en que viajan se precipita a un abismo. Gavidia muere. Daniel, pese a los esfuerzos de los médicos, pierde a Danielito y Rosa Mercedes quienes, víctimas de graves heridas, mueren poco tiempo después. Quien lo acompaña en estos difíciles momentos es su amigo el negro Manuel Chalá. Daniel, repentinamente envejecido, con sus bienes consumidos y sin fuerzas para volver a comenzar, decide regresar a Mira. Resignado toma el tren, pasa por Alausí, Guamote, Cajabamba y otras poblaciones de Chimborazo, pernocta en Riobamba y, tras nuevas escalas, llega a Mira.
Ya en su pueblo acude hasta su casa, la cual, sin su autorización, ha sido modificada. Sus hijos lo reciben con aparente afecto pero sienten que ha llegado una molestia que, pese a ser el dueño de la vivienda que habitan, habrá de mermarles el espacio que comparten con sus familias. Ambrosio acepta cuidar a su padre aunque únicamente con la expectativa de apoderarse de su casa en cuanto muera. Su nuera, mujer ambiciosa e hipócrita, lo atiende en procura de ganar su favor. Daniel, añorando sus tiempos de gallero, compra un pollo, animal al que prodiga su afecto y considera su amigo.
Daniel inquiere a Aparicio por el baúl y las cosas que dejó antes de marcharse. Aparicio le informa tener el baúl pero no las cosas pues aquellas, dice, fueron robadas. El baúl le es devuelto y de su interior extrae fotografías y recuerdos de su primera mujer. Creyendo ingenuamente en la sinceridad de las atenciones proporcionadas por su Ambrosio y su nuera decide entregarles la casa. En cuanto la entrega se ha cumplido la amabilidad de ellos deviene trato displicente y hostil. Daniel comprende que cometió un error y ahora ni siquiera es atendido en su alimentación. En estas circunstancias acude hasta un salón y descubre que las cosas de su mujer no fueron robadas sino que Aparicio las vendió por su cuenta. Aprovechando la salida de Ambrosio y su mujer, toma las pocas cosas que le quedan, su gallo y se instala en un cuarto prestado.
En un intento por hacerse de unos sucres lleva a zaratano, su gallo, a una pelea. La fuerza de un gallo colombiano le arrebata los últimos sucres que le quedaban. Regresa al cuarto, enciende el último “pucho de vela”, cura al gallo, y se acuesta a dormir. Al día siguiente, con un cierto retraso, el gallo vuelve a cantar pero Daniel no despierta ni precisa la ayuda de nadie. Los curiosos no tardan en llegar hasta la puerta del cuarto. El gallo aletea, canta con fuerza y todos sienten que en sus vientres se clava un dolor no conocido.

Franklin Cepeda Astudillo. 2003. Novelistas Chimboracenses. Índice Bio- Bibliográfico 1868 – 2003. Káustika Ediciones. Riobamba. 226 p.

EL PUEBLO DE SAN NICOLAS DE LA PURISIMA CONCEPCION DE MIRA, EN LA PROVINCIA DEL CARCHI




Mira, como poblado importante, es citado por los cronistas, en varias ocasiones, así; Fray Jerónimo de Aguilar, y, Jiménez de la Espada, en 1541, Ramírez Dávalos en 1557; Anónimo de Quito en 1573; Paz Ponce de León 1582; López de Atienza 1583; López de Solís en 1598.

Es necesario iniciar con la referencia que hace Albuja, (1970): "El repartimiento de in­dios se llamaba con el nombre típico de 'Doctrina', porque el sacerdote o religioso tenía como principal obligación la enseñan­za de la doctrina cristiana, de modo que la Parroquia de Indios se denominaba no con el nombre de 'Parroquia', sino con el de 'Doc­trina' ... hasta el Primer Con­cilio Limense entre 1567 y 1568, los enco­menderos eran los directores de la doctri­na, por lo tanto ellos las proveían me­diante un contrato con el sacerdote a fin de que tomara a su cui­dado pastoral...".

Por su parte Navas, (1932) dice que los objeti­vos de la encomienda era cristianizar a los indios, enseñarles a leer y escribir y algunos rudimentos de agricultura y otros de las artes manuales hasta prepa­rarles al cacicazgo. Vargas, (1958), indica que: "La doctrina fue el núcleo inicial de la cristiandad indígena, a la que servía un sacerdote doctrinero, a cargo del Encomendero, y así mismo la doctrina fue el paso hacia la Parroquia que nació a la par de esta con elementos del clero secular”.
La encomienda se "daba" por dos vidas que se prolongaban por 3 у 4. Navas, (1932) indi­ca que: "El encomendero, representa en nuestra historia el primer propietario de es­tas tierras, una vez sometidos al dominio español".

"Como la encomienda se daba por dos vidas, la del conquistador y la de su legítimo heredero, una vez muerto aquel y si no había el hijo, venían los deudos a la oposi­ción" (Navas, 1932).

El mismo Navas, (1932) manifiesta que se declaraba mayor de edad al indio después del Segundo encomendero. Los tributos eran recolecta­dos de los "indios tributarios" que eran vigilados por el Protector de Naturales.

Morales, (1949), dice: "No estaba fundada aún la Villa de San Miguel de Ibarra, cuan­do el cronista Cieza de León, desde Mi­ra, allende el Chota, desde ese mirador de pai­sajes, en donde se habían afincado recios encomenderos, se quedaba asombrado contemplando la belleza del valle que se extendía como un remanso verdemar al pie del monte tutelar de los Imbas".

Se han venido formulando varias hipótesis, tratando de encontrar los motivos por los que se le puso el nombre de Mira a este pueblo. Entre tantas se ha dicho, que por su localización geográfica -es un mirador-. Porque aquí se colocaron las miras (mojones) en los trabajos de los geodésicos fra­nceses en 1741- 44, o porque gobernaron este territorio los Narchinmira.

Pérez, (1960) dice que Mira proviene de la voz atacameña MILA, que significa ojo, por lo que parecería que la localización geográfica originó tal nombre que lo adopta­ron como propio los primitivos habitantes. Por lo tanto primero es el lugar y luego la denominación de sus habitantes. Se menciona a los Miras, como tribu que dificultaba, junto a otras, la expansión de Huaina-Capac luego de su primera incursión al norte en 1498. En un documento de 1564, se habla de Pedro Pasto, y se dice "yanacona de Atavalipa que fue hijo de un principal que se decía Mira". (Larraín, 1980). (León y Azaszdi, 1971).

También se ha dicho que el pueblo se llamó Chontahuasi (casa de chonta), pero vemos, claramente, que esa es una designación quichua, que se refiere al aspecto que pudo tener el poblado por la construcción de sus chozas con madera de chonta. Las con­quista inca y española, produjo mezclas, en todos los aspectos, y muchos apellidos, topónimos, antropónimos, etc., fueron modificados, así mismo se lograrían cambiar al primitivo MILA a MILA DE CHUNTAHUASI, o Mira de Chuntaguasi, como lo anota Grijalva, (1921) cuando escribe sobre el pueblo de Chapi, aquí la cita: "Hernando Pasquel, cacique de Tusa, presentó ante el Gobernador de Quito, Don Melchor Vásquez Dávila, el 3 de abril de 1563 - un documento- en que denun­cia que los indios de su señorío se han ido con sus mujeres e hijos a otros pue­blos y no los puede hacer volver (entre los pueblos nom­brados) están; Carangue, Coangue, Chapi, Mira de Chontaguasi y Gua­ca".

Los españoles modificaron o cambiaron, defi­nitivamente, los nombres, poniendo otros en los que mezclaban el topónimo con el de un santo, y en el caso de Mira, encontrarían propi­cia la similitud del nombre con otro, al que ellos estaban acostumbrados. Los españoles en su religión, sentían gran devoción por San Nicolás (santo de los marineros que dio origen a Papá Noel) un personaje nacido en Pántara y consagrado como Obispo de Myra (la moderna Demre, en Turquía, Asia Menor). El nombre del obis­pado se parecía mucho al del pueblo y ter­minaron dándole como patro­no, precisamen­te, a San Nicolás, pero además, ese siglo fue el dedi­cado a la virgen, en consecuencia el nombre con que se designa el poblado fue de SAN NICO­LÁS DE LA PURISIMA CONCEPCIÓN DE MIRA.

"San Nicolás de Mira, también, es un pueblo de la Provincia de Venezuela y Gobier­no de Maracaibo en el Nuevo Reyno de Granada, situado en el valle que llaman de los Obis­pos" (Alcedo, 1788).
El obraje de los padres de Pedro Vicente Maldona, ubicado en Guambaló, se llamaba San Nicolás de Mira (registro de 1704).

Stutzman, (1976), dice; "Entre los pueblos considerados más importantes... en el actual territorio serrano norte ecuatoriano, aparecen los seis pueblos que corres­ponden a lugares de tambos: Tulcán, Tuza, Mira, Caranqui, Ota­valo, Guayllabamba. Todos los demás, son claramente pueblos secundarios...".

El 28 de agosto de 1534, Diego de Almagro funda San Francisco de Quito, desde Riobam­ba y es instalada la villa el 6 de di­ciem­bre del mimo año por Sebastián Moyano lla­mado de Benalcázar. A partir del 25 de febrero del año siguiente es enviado el Capitán Diego de Tapia (Alcalde Ordinario de San Francisco de Quito) y luego Pedro de Añasco -o Dañasco- Regidor, a efectuar exploraciones al Norte de Quito. Llegan has­ta Guayllabamba, en las primeras oportu­nida­des, y, luego a cubrir todo el territo­rio carchense y el sur de Colombia, actua­les. Para entonces el pueblo de Mira y todos los norteños son inte­grados al te­rritorio de Quito (junio de 1535) según refiere la ordenanza del Ca­bildo.

Santamaría, (1936) dice, con relación a la doc­trina de los padres franciscanos; "Es inte­resante conocer la nómina de los anejos de esta gran doctrina de los padres francisca­nos que da un documento de 1560.... En el enorme distrito de la ciudad de Quito había 10 centros parroquiales rura­les, con sus anejos. Tulcán (Tusa, Huaca); Otavalo y Cayambe; Caranqui y Mira; Ambato y Latacunga,... etc.".
En el año de 1565 es encomendero de Mira, Pedro Hernández, a quien le sucede su hijo, que tuvo el mismo nombre.
Albuja, (1970) cita a Ricardo Reyes, que dice; "Fray Pedro de la Peña tiene el gran mérito de ser protector de los indios y fundador de muchos pueblos de su Obispa­do. Según él, fundó o reorganizó los si­guiente pueblos; Sarance, Otavalo, San Pa­blo de la Laguna, Cotacachi, Tontaqui, Ur­cuquí, Las Salinas, San Antonio, Chapi y Pimamapiro; Mira, los Tulcanes, Cochasquí y Huaca; Tusa, Puntal, Pú, Pita, Quilca, Ca­basqui, en nuestra Diócesis de Ibarra".

Teniendo como referencia el obispado de La Peña, Santamaría, (1936) dice; "La Provincia de Quito ha­llábase a la cabeza del obispado. La igle­sia Catedral tenía 8 capellanías servidas por los prebendados. Como parroquias urba­nas estaban ya fundadas Santa Bárbara, San Sebastián y San Blas con su Ermita de Iña­quito. De norte a sur se distribuía las Doctrinas de Mira, Pimampiro, San Pedro de Cayambe, San Sebastián de Pifo, Santiago de Puembo,... etc.".

El 17 de octubre de 1568; "En cumplimiento de una ordenanza real, se puso de acuerdo con el Presidente de la Audiencia e hizo la distribución de parroquias y doctrinas, entre los sacerdotes seculares y los religiosos, para el mejor servicio de los fie­les". (González, 1970).

El Obispo de La Peña, en el Sínodo celebrado en Quito en marzo de 1570, dio pro­vi­dencia para que la instrucción se exten­die­ra a todos los pueblos de la Diócesis. Ordenó que curas y frailes doctrineros, de acuerdo con los indios, eligiesen el sitio apropiado donde levantasen las iglesias para las funciones religiosas (Ecuador, 1935).

En 1572, nuevamente, el Obispo de La Peña cuando indica las doctrinas y número de tributarios aparece Mira con un clérigo secular. (Stutzman, 1976).

"En la estadística del Ilmo., Señor López de Solís se hace constar la Provincia de Otavalo con las parroquias de este nombre, servidas por franciscanos que atendían a 1200 indios y las Doctrinas de San Pablo de la Laguna con 700 indios, Cotacachi con 300, Atuntaqui o Tontaqui con 500, Urcuquí y Caranqui con 300 cada uno, San Antonio con 200, Pimampiro y Mira con 500" (Vivanco, 1950).

"Por la distancia que separaba a Ambato de Chimbo, fue necesario la fundación de Riobamba en 1575, que pobló de nuevo con el título de Villa de Villar Don Pardo. Des­de Quito hasta Pasto los pueblos; Mira, Tusa, Caranqui y Otavalo, no tenían todavía el título de villa; sin embargo, Ota­valo tenía un corregidor de Naturales de Indios..."(Vivanco, 1942).

Navas, (1932) indica que en el año de 1576, en el pueblo de Mira, era encomendero D. Diego Gutiérrez de Logroño. A Mira fueron redu­cidas varias parcialidades o pequeños po­blados, así cita Grijalva, (1921);"...D­on Diego Guambo y demás principales (de Guambo) dirigieron a la Audiencia de Quito en 1576, año en que ya dicho pueblo había desaparecido y sus habitantes estaban reducidos en Chontahuasi".

"En el informe de cabildo de 1577, se refiere al resultado de la ordenanza sinodal del señor de La Peña. 'En todos los repartimientos y pueblos declarados de su re­gen­cia hay iglesias y monasterios en que administran los santos sacramentos y se reza y se enseña la doctrina cristiana a los natu­rales y en muchos de ellos hay escuelas fundadas en que se enseña a los naturales y huérfanos a leer, escribir, cantar y tañer" (Ecuador, 1942).

"En el pueblo de Mira, que es de la encomienda de Diego Gutiérrez de Logroño, hay 500 indios casados y solteros y viudos y viejos; los 400 de ellos son tributarios y los 100 son viejos y reservados y impedi­dos, que por estar los impedidos mancos у cojos у enfermos, no tributan". "En dicho pueblo hay mujeres de 15 años hasta 80, casadas y viudas y sol­teras y viejas, 549. En dicho pueblo hay muchachos y muchachas de 15 años hasta de teta 912. Son todos 1961". (Jiménez de la Espada, 1897).

Nuevamente, Grijalva, (1921) indica: "En 1592, lo volvemos a encontrar (a Diego Guambo) como vecino del pueblo de Mira, desempeñando el cargo de Mayordomo de la Cofradía de esa Iglesia parroquial, como consta en el recibo otorgado a favor de Juan de Salcedo, en las diligencias consiguientes a la mortuoria de Alonso Méndez".

En 1655, se encuentra como enco­mendero el General José López de Galarza, re­gistrado en un documento que contiene las contribuciones y reparto del costo del pue­nte sobre el río Pisque, y pagando 20 pesos por el pueblo de Mira.

Stutzman, (1976) manifiesta que: "La descripción del Partido de Otavalo, debida a su Corregidor Sancho Paz Ponce de León, y fechada, igual­mente, en 1582, nos presenta un conjunto numeroso de pueblos, sometidos todos ya al régimen de encomienda. Estos son los Tul­canes, Guacan, Pu (n), Tuza, Puntal (Pue­blos de los Pastos) y en la zona Caranqui-Cayambi, los pueblos de Otavalo (pueblo principal que, a su vez, es cabeza de los pueblos menores de Sarance, San Pablo de la Laguna, Cotacache, Tonta­qui, Urcoquí, Las Salinas, Tumbabiro, In­ta, Carangue, San Antonio (de Carangue), Chapi, Pimampiro, Mira, Lita, Quilca, Ca­basqui (Caguasqui), Cayambe, Tabacundo, Malchinguí, Perucho, Guayllabamba, El Guaca escrito 'el guanca' y que es probablemente El Quinche), Puratico. En total, Ponce de León consigna la existencia de 25 pueblos de indios, de desigual importancia, todos los cuales se encontra­ban encomendados en particulares o en la Corona Real".

Stutzman, (1976) indica que en 1582 ya existían iglesias en los siguientes pueblos; "Tul­cán, Guaca, Tuza, Puntal, Lita, Mira, Cahuasquí, Las Salinas, Urcuquí...”

Indistintamente, se registra como pueblo o como doctrina, pero por las informaciones recogidas se podría plantear que el pueblo de Mira alcanzó su apogeo, entre los años 1582 a 1594.

Los caciques de Mira, el 7 de agosto de 1584, le reconocieron derecho al artista Luis de Rivera, sobre una propie­dad llamada Quisnamira, en pago a cierta pintura de un retablo para la igle­sia de dicho pueblo. A más de esto, el mismo año, el Rey Felipe II, acepta el pedido de Fray Antonio de Zúñiga, para que Mira tenga representación en el capítulo provincial. Fue cabecera de Gobernación, ocupando todo el territorio de las provincias actuales de Imbabura y Carchi, como asegura Grijalva, (1921); y cita: "A Martín de Ochoa, leal servidor del Rey se le dio la Gobernación del río Mira". También, González Suárez, (1881) indica que; "Esta Gobernación se le conce­dió luego de la rebelión de Gonzalo Piza­rro contra el Virrey, en combate que sos­tuvo con La Gasca el 9 de abril de 1584".

En aquellos tiempos las cosas se hacían anárquicamente o solo quedaban en el papel, ya que, Pedro de la Gasca, el mismo que elevara a Gobernación al pueblo que nos ocupa,... dio a Mira en Encomienda a Pedro de Hernán­dez a quien le sucedió un hijo del mismo nombre.

(Navas, 1932). (Stutzman, 1976); (Grijal­va, 1921); recogen la siguiente información;"Más de fiar nos parece la estadística de doctrinas de indios enviada por el Obis­po de Quito, Monseñor López de Solís al Rey Felipe III en 1598 y que comprende los siguientes pueblos de indios con indicación de sus tributarios: Otavalo, San Pablo de la Laguna, Cotacachi, Tontaqui, Urcuquí, Caranqui, San Antonio de Caranqui, hoy San Antonio de Ibarra, Pimampiro, Mira, Quilca y Caguasquí. Para la zona de los Pastos pertenecientes al Obispado de Quito, agre­ga los pueblos de Tulcán, Guaca, Tuza y Pun­tal".

El misionero jesuita de origen italiano, P. Francisco Rugi, en carta-informe, que es­cribe a su superior, el 11 de octubre de 1644, dice; "He fundado el Real y Pueblo de Timbiqui, Nayaes, Guapi, Iguaxiri, Micay, Mira,...", etc. El men­cionado reli­gioso se preocupó por un buen tiempo de cristianizar a los indígenas que habitaban en las márgenes del río Mira, y en sus informes hace referencia del camino al mar y de la recolección, a la fuerza, de los nativos cimarrones. Este pueblo al que se refiere Rugi, creemos que debió estar cer­ca de San Lorenzo (El Pailón). (Villalba, 1972).

Desde Quito al pueblo de Mira hay 17 leguas de distancia. (Vacas, 1977). Se encuentra a 4 leguas más ade­lante de Las Salinas (Navas, 1932).

Stutzman, (1976) indica; "Desde la cuidad de Pasto has­ta Quito, las fuentes consignan 10 jorna­das. Son éstas segmentos de un viaje que demoraba, en consecuencia, también 10 días. Las paradas obligadas donde a su vez había ex necessitate, tam­bos, eran de N a S; Guáytara, Capuis, Ca­rasama. Los indios Pastos (estos tres tambos en el Área Pasto septen­trional y en el actual territorio colombia­no), Tulcán, Tuza, Mira, Carangue, Otavalo, Guayllabamba y Quito. Si excluimos a Quito y Pasto, sitios de partida y destino res­pectivamen­te, tenemos exactamente 10 luga­res de tam­bos".

MIRA EN LA DIVISIÓN POLÍTICA

Mira perteneció al Corregimiento de Otavalo. En 1582 tenía 1961 habitantes. Se cons­tituye la Villa de Ibarra en 1606, y Mira está comprendido en su territorio. (Maldonado, 1948), recoge el texto del documento; Idea del Reino de Quito, escrito por el Oidor, Juan Romualdo Navarro entre 1761 -1764, que al referirse al Corre­gimiento de la Villa de San Miguel de Iba­rra, dice; "En lo político se gobierna por un Cabildo que consta de Corregidor, dos alcaldes ordinarios y Regidores. El número de habitantes de esta Villa es de tres mil comprendiendo los Indios, Mesti­zos y bastante número de Nobleza, que son: Tulcán, Guaca, Tura, Mira, El Puntal, Pi­mampiro, San Antonio de Carangue, Salinas, Tumbaviro, Quilca, y Caguas que en las cuales y en las muchas Haciendas que se hallan dispersas se numeran más de treinta mil almas, que con las mil de la villa hacen en todo el conjunto el numero de cerca de cuarenta y cuatro mil... ".

La Legislación de Bogotá en 1823, crea la provincia de Imbabura en el Departamento del Ecuador, y, Mira corresponde al territorio del cantón Ibarra.

La Convención Nacional reunida en Quito, el 9 de abril de 1851, crea el cantón Tulcán con las parroquias; Tulcán, Huaca, Tusa, Puntal y El Ángel, permaneciendo Mira y La Con­cepción en el de Ibarra. Decreto que fue sancionado por el Presidente Diego Noboa.

La Convención Nacional de 1861, expide un decreto en el que se demarcó el territorio del país. En el artículo 3, indica; "La Provincia de Imbabura se compone de los cantones; Ibarra, Tulcán, Otavalo y Cotaca­chi". Item 1° "... el Cantón Ibarra con­sta de las parroquias de la matriz de Iba­rra, Guallupi, Piquer, Carolina, Mira, Salinas, Tumbabiro, Urcuquí, Cahuasquí, San Antonio, Pimampiro, Ambuquí, Atuntaqui, Angochahua, Pailón (San Lorenzo) con sus comisarías y territorios del norte que comprendía la antigua provincia de Quito". (Ecuador, 1861).

Grijalva, en la Monografía del pueblo de Bolívar, dice que: "Con irónica novedad se despertó a las parroquias, especialmente en la de Mira, en la cual el Teniente Parroquial se manifestaba un tanto incrédulo de que 'el Tulcán' se hubiera constituido en cabecera del Cantón".

Curiosamente en un empadronamiento de 1871, se indica; "República del Ecuador, Provin­cia de Imbabura, Cantón Esperanza, Parro­quia de Mira, con las secciones; primera, el centro del pueblo; segunda, Hua­quer y tercera, San Isidro (Ecuador, 187­1a).

En 1875 los moradores de Tulcán elevaron una solicitud al Gobierno pidiendo la crea­ción de la Provincia, fundamentándose en "la importancia que deriva el territorio del Carchi, por razón de su ventajosa si­tuación geográfica, en el patriotismo de sus habitantes, patriotas valientes y nu­me­rosos, en la fecundidad de su territo­rio, el que es su condición de puerto se­co, lla­ma la atención de los vecinos Esta­dos y sirve de llave a la República". (Me­ra, 1930).

El Presidente de la República, General Ignacio de Veintimilla, el 2 de noviembre de 1880, en su mensaje al Congreso Legislati­vo, solicitó que el Cantón Tulcán sea ele­vado a Provincia. "En premio a su patrio­tismo y valor con que ha sabido escarmen­tar a los enemigos del orden público". (Mera, 1930). El decreto con el que se constituyó la Pro­vincia dice: "EL CONGRESO NACIONAL DE LA REPÚBLICA DEL ECUADOR", Visto el mensaje del poder ejecutivo de la fecha dos del presente, en el que solicita que el cantón Tulcán sea ele­vado a provincia, en premio del patriotis­mo y valor con que ha sabido escarmentar a los enemigos del orden público, y, CONSIDERANDO: Que es conveniente la creación de esta provincia para la mejor admi­nistración de los intereses públicos de los pueblos de la frontera norte de la República, y que es deber de la legislatura premiar el pundono­roso y patriótico comportamiento de los moradores del cantón Tulcán. DECRETA: Art. 1°. Se erige en provincia al cantón Tulcán, cuyos límites serán; al norte, los que dividen con los estados unidos de Colombia, y al sur, la orilla de los ríos Chota y Mira hasta su confluencia con los límites de la provincia de Esmeraldas. Art. 2°. La nueva provincia se de­nominará "VEINTIMILLA". Art. 3°. Queda facultado el poder ejecutivo para hacer los gastos que requieran la orga­nización y sostenimiento de esta nueva pro­vincia, dotan­do a los empleados con igual sueldo que la ley ha fijado para las otras provincias del interior. Comuníquese al Poder Ejecutivo para su eje­cución y cumplimiento. Dado en Quito, Capital de la República, a seis de noviembre de 1880. Firman. El Presidente del Senado: Leopoldo Fernández Salvador. El Secretario de la Cámara de Diputados: Napoleón Aguirre. El Secretario del Senado: Gregorio del Valle. El Diputado Secretario: Jorge A. Bueno. Palacio de Gobierno, en Quito, a 19 de Noviembre de 1880. Ejecútese. (f) Ignacio de Veitimilla. El Ministro de lo Interior: Camilo E. Vernaza.

El nombre de Veintimilla para la nueva pro­vincia no fue del gusto de sus habitantes y prefirieron llamarla Carchi, a pesar de no recibir oficialmente la nueva desig­nación. Así lo demuestra la siguiente comunicación; Jefe Civil y Militar de la Provin­cia del Carchi, Ramón Rosero, en oficio de 8 de sep­tiembre de 1883, enviado desde Tulcán al Presidente y publicado en El Nacional, N° 35, de 15 del mismo mes y año.(Ecuador, 1883).

El 22 de septiembre (El Nacional, N° 37), aparece la petición para que se instale una escuela en Tulcán, re­gentada por los hermanos Cristianos, peti­ción firmada por el "Gobernador del Carchi" (Ecuador, 188­3).
El 30 de octubre de 1883, en el N° 43 del mismo periódico, aparece el nombramiento del Sr. Ramón Rosero como Gobernador de la Provincia del Carchi que se produjo el 17 de octubre de 1883 (Ecuador, 1884).

Wolf, en Geografía y Geología del Ecuador, refiriéndose a la provincia del Car­chi, manifiesta: "Cantón único Tul­cán, ca­becera del mismo nombre, de poco caserío, con unos cuatro mil habitantes, a la distancia de unas dos millas de la orilla derecha del río Carchi, con una casa con­sitorial y una aduanilla...(sigue); Parroquias, los pueblos de Huaca, Tusa, Pun­tal, Mira, El Ángel, Piquer, San Isidro, La Concepción, todos son pequeños y sin particularidades notables, sólo Mira tiene fama histórica por formar término septentrional de los trabajos geodésicos de los Académicos franceses".

La Convención Nacional reunida en Tulcán, el 14 de enero de 1884, cambió Veintimilla por su legítimo nombre de Carchi, en la administración del Dr. José María Plácido Caamaño y sancionado el 23 de abril de 1884. Com­prendía a las parroquias; Tulcán, San Fr­an­cisco, Huaca, San Gabriel, Puntal, El Án­gel, San Isidro, Mira, San Pedro de Piquer y La Concepción". (Hierro, 1924).

Transcurrido el tiempo se establece en la provincia el Cantón Montufar, creado el 19 de septiembre de 1905. Mira es incluido en su territorio. El 27 de septiembre de 1934, se crea el Cantón Espejo, y Mira, nuevamente, es reubicado. El 18 de agosto de 1980 se decreta la cantonización de Mira.

J. Bayardo Ulloa Enríquez. Miembro de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Núcleo de Chimborazo. Sección Académica de Historia y Geografía. Miembro de la Corporación Amigos de la Genealogía.
FUENTE: Ulloa, Bayardo. Mira, apuntes del pasado